sello del cielo

El sello del cielo

Reparando la bici en el mercado de Moron apareció un coreano con su amigo mongol que me sirvió de gran ayuda. Me invitó a cenar esa misma noche y, al final, acabé mudando mi tienda al jardín de la casa del mongol que le alojaba a él. Mi amigo coreano Lee Kyu Hwa (Tomyukuk en Mongol) es un adorable hombre de 55 años al que su jefe (también mujer) le da permiso para venir a Mongolia. Es la primera vez que viene en verano porque acostumbra a hacerlo en invierno. Acampa en el Lago Khosvol y hace un agujero para pescar. Ama la montaña y su mejor amigo es un piolet que le acompaña hace 30 años. Disfrutamos de la cena en compañía de la familia que lo acogió y de su amigo-traductor Sanchir. Y todo ello regado con vino de arándanos que él mismo hizo. Pasó dos semanas recogiendo arándanos en el bosque y luego preparando el vino. Poco alcohol y mucha energía.
Tomykuk me compró la bici de 100 usd por la mitad de precio. Su próxima visita a Mongolia quiere hacerla pedaleando. No es el primero que he visto que decide usar la bici en sus vacaciones. Le volví a encontrar en Ulaan Bataar días más tarde. Qué gran persona, ójala pueda verle de nuevo en Corea.
Días más tarde, cuando la biela izquierda salió volando, un coche me ayudó a colocarla. Era la señal de que estaba yendo demasiado lejos. Cada día un par de radios rotos. La rueda trasera tenía 36 radios pero sólo 30 llegaron a la capital de Mongolia. Gracias a un empujón de un coche con tres turistas holandesas llegué al Lago Blanco. Allí las puestas de sol confirmaron la belleza de Mongolia. Un país difícil en todo caso para el viajero independiente. Sus gentes tienen un humor cambiante, como el clima o como el estado de las pistas. Puede ser muy bueno o muy malo. Pueden darte todo su apoyo o toda su animosidad.
Las más de dieciocho horas de viaje en una furgoneta, sentado en el medio de dos asientos con un hombre borracho a mi lado y la radio programando música sin parar, pasarán a mi historia como uno de los viajes más horribles de mi vida. En las escasas paradas para mear mi rodilla derecha se olvidaba de que podía estar rígida. No podía caminar. Aún varios días más tarde aún me duele.
Y ahora disfruto del relax alojado por una adorable pareja internacional. Zaya y Robert me tratan con humor, respeto y cariño. Aguardo a que lleguen refuerzos desde España para armar de nuevo mi Karma y emprender otra vez el camino hacia las estepas de Mongolia. Donde el cielo azul se graba en la piel de sus habitantes. Es comúnmente aceptado que los niños-as mongoles (al nacer) tienen una marca azul en el culo. Como un lunar. A veces de cuatro centímetros de diámetro. Sólo con los años desaparece. Es la marca de los Mongoles. El sello del cielo.
Paz y Bien, Álvaro el biciclown

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Al fondo Lake Khosvol Salva y biciclown colgando, estupidamente, un saco de dormir

 

4 comentarios en “El sello del cielo”

  1. Animo, fuerza y no sé que más decirte…
    Que no pares de escribir estas historias memorables.
    Haces que los problemas de mi vida sean nada, comparando con las dificultades que enfrientas en tu camino. Pero hay siempre alguién que estará con más problemas que nosotros…
    Paz y bien también para ti porque lo mereces.

  2. no nos cansamos de leerte esto es una pelicula de aventuras en capitulos y en vida,te escribo siempre que mi tiempo me lo permite, me tomo una birra fresquita contigo a tu salud un saludo cuidate y como dice mi madre vé con ojo que no te engañen. abrazos

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