Siete años atrás, en Perú, nos cruzamos por primera vez y charlamos bajo el aplastante sol andino. Cuando recorrió España un amigo (al que no conozco personalmente) le regalo mi libro de Sudamérica «Kilómetros de Sonrisas». No había vuelto a hablar con Jean desde aquella vez en Perú aunque siempre estaba en mis erráticos pensamientos.
Pero encontrar a este caminante y poder charlar con él de nuevo es algo solo reservado a los nómadas. Jean es un nómada. Se mueve más que el sol. Y yo soy como la luna, a veces creciente y a veces menguante. Nuestro continuo movimiento parecía hacer difícil un nuevo encuentro pero se produjo un eclipse de nómadas. El sol y la luna chocaron y el mundo se quedó sin luz por un segundo mágico. Ese eclipse, os lo juro, vale una vida. Si en Perú teníamos caminos diferentes ahora llevábamos la misma dirección.
Dejé a Jean empujando su carrito y continué mi rumbo hacia Jakarta. Él llegaría un día más tarde que yo. Es lo que tiene usar la bici. Mientras que él iba derechito a la Embajada canadiense que le daría apoyo en su estancia en Jakarta, yo pedaleaba entre el pesado y contaminante tráfico buscando a una persona que por Internet me ofreció un lugar para alojarme.
Cuando Arie bajó del coche me di cuenta que no iba a estar alojado por un ser convencional. Trabaja desde hace años como locutor de radio y ha estado en varios programas de televisión. Tras vivir tres años y medio en Australia regresó a Indonesia y, a las dos semanas de conocer una sencilla y hermosa mujer, le propuso matrimonio. Tienen dos hijas luminosas que seguro destrozarán muchos corazones en el futuro.
A la mañana siguiente de llegar a Jakarta Arie me despertó a las cinco de la mañana. Debía acompañarle para el programa de radio en directo. Fueron varias horas de entrevista (una parte la podeis escuchar en la web) y a continuación varias entrevistas en los medios escritos. Las posibilidades de hacer un espectáculo disminuían. Todos decían que no había mucho tiempo. La última entrevista de la tarde, para el Jakarta Globe, me ofreció la mejor opción. La periodista, Tita, no cesó de llamar a sus contactos y en seguida surgió la opción de hacerlo. Sería para los afectados por la rotura de una presa que perdieron hace unos meses sus casas. En el bar donde hicimos la entrevista, que es donde Arie toca con su banda, el dueño me invitó a cenar y me ofreció la logística necesaria para el show.
Los amigos de Arie nos ayudarían con los preparativos, Dito haría el cartel del show y el telón se levantaría el domingo por la tarde.
El espectáculo del domingo costó bastante esfuerzo. Muchas personas incluso pusieron dinero propio para alquilar un pequeño escenario, imprimir carteles y pagar comidas o trasportes. Pero salvo los costes de material nadie tuvo que pagar a nadie por su trabajo. Todos lo hicimos con todo nuestro cariño y, por mi parte, movido por una motivación añadida. Antes de salir al escenario levanté la vista y, fijando mi vista en un punto perdido del cielo, pensé en Lui Mongo: el ciclista payaso que junto a su hermano hacían felices a muchas personas en Sudamérica y que fue atropellado hace unos meses. Por ti, Lui, pensé. Porque este mundo no tiene sentido si no hay personas sensibles como tú.
Dia 1723, Paz y Bien, Álvaro neil, biciclown.
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Cadenas para las cuestas de Sumatra | Jean y su carrito |
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Jean y yo | Arie y yo |