Cuando el río suena oro lleva

Y su energía me era imprescindible pues no estaba preparado mentalmente para iniciar la ruta solo. Me imaginaba que pedalearía con Pablo, el argentino, pero en cuanto le vi llegar a Tok comprendí que había sufrido demasiado durante los últimos días y que necesitaba un descanso prolongado. Nos abrazamos (aunque él utilizaba el abrazo para sostenerse) y hablamos con ese lenguaje de miradas, silencios y frases empezadas por uno y acabadas por otro, que pone en contacto los dos polos del mundo: él debía descansar y yo continuar. Además, cuando le comuniqué mi nuevo plan de ir a Dawson para encontrarme con Terry, acabé por comprarme el billete para salir, en solitario, al día siguiente de Tok.
Los 300 kilómetros que unen Tok en EEUU con Dawson en Canadá son correosos, polvorientos y sinuosos como las caderas de una veinteañera. Ni mucho menos tan duros como los de la Dalton por la que me arrastré para llegar a Fairbanks, pero exigentes. Poniendo a prueba los frenos y la paciencia, las piernas y el material. Los trozitos de asfalto eran más una tortura sicológica que una ayuda: uno no sabía el pavimento sería el comienzo de una parte más benévola de la ruta o si, como sucedía, eran apenas doscientos metros de alquitrán que terminarían, en la siguiente curva, en una marejada de agujeros, piedras y polvo suspendido en el aire listo para ser tragado o adherido a la piel completamente empapada de sudor. La temperatura superaba los 28ºC.
Los días siguen siendo interminables, la luz no disminuye de madrugada y el sol no se va a dormir sino que juega al escondite detrás de alguna montaña para relumbrar con más poderío minutos después. La decisión de parar, cocinar y dormir tiene más que ver con ese convencionalismo, ya casi hereditario, de mirar el reloj que con una necesidad natural. Y si bien la ruta no era excesivamente hermosa, un hecho aconteció que la convirtió en inolvidable.
La frontera más al norte entre EEUU y Canadá cerraba a las ocho de la tarde (hora de Alaska). La lluvia de la mañana que había trasformado la pista en un tiramisú de lodo y había decorado cada milímetro de Karma y de mis piernas con gotele de barro, ralentizó mi marcha un poco más haciéndome imposible cruzar ese día a Canadá. No conseguí rellenar las botellas con agua de ningún arroyo pues bajaban secos en esta parte de la ruta y, los escasos coches con los que al final del día me cruzaban, atendían mis demandas de agua con una botellita de miniatura que apuraba en un trago sin necesidad de poner en funcionamiento la nuez de mi garganta (Empiezo a comprobar que mi turbante suscita miradas nerviosas) Tenía por delante la última subida de tierra del 7% y el agua justa para prepararme un arroz con atún y un café a la mañana siguiente. A lo lejos dos personas entraban y salían de los matorrales. Caminaban unos pasos hacia arriba y luego hacia abajo. Parecían no saber muy bien a donde ir. No tenían mochilas y tan sólo unas chaquetas que, al aproximarme a una distancia de 100 metros, comenzaron a agitar. Y segundos más tarde a correr hacia mí gritando:»¡¡¡biciclown, biciclown, biciclown!!!»
Me detuve; mi mente no tenía la fuerza suficiente para continuar subiendo la empinada cuesta tratando de averiguar, al mismo tiempo, quién era esa extraña pareja. Pero aun agotado era evidente que, quien quiera que fueran aquéllos dos tipos, me conocían.Y más confuso quedé cuando me explicaron que no eran dos sino un millón. Un millón de elefantes.
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Con Rafa y Noe en su furgo
Rafa y Noe salieron de Logroño hace apenas mes y medio con la idea de recorrer las Américas durante un año. En plena crisis de valores y de recursos económicos en España, le soltaron un -hastaluegoLucas- a sus jefes y se largaron. La vocecita que desde dentro del corazón les encomendaba a vivir, a viajar y a descubrir el mundo con paso firme (lento, pero firme, como el de un elefante) ya era un trueno que les impedía vivir en una sociedad que prima el trabajo por encima de la felicidad personal. Rafa y Noe habían leído algunos de mis libros y habían visto mis documentales. El último, La Sonrisa del Nómada, lo disfrutaron con amigos en una proyección pública en La Gota de Leche en Logroño (ahora ya desaparecida lamentablemente)
«Álvaro, al acabar la peli, unos cuantos nos miramos y nos dijimos: hay que irse. Esto no se puede aguantar», me comentaron más tarde.

Rafa y Noe son profesionales del grafismo y las nuevas tecnologías que, utilizando su experiencia, han creado una web que ya ha ganado varios premios de diseño. Una comunidad de viajeros que ellos denominan www.unmillondeelefantes.com


Aunque habían cruzado a Canadá ese mismo día, se encontraron por casualidad con Domingo (el motorista del que habló en mi anterior historia) que les advirtió que yo no andaba muy lejos. Así que regresaron a EEUU para celebrar conmigo el solsticio de verano. Cocinaron una mágica tortilla de patata (con apenas dos huevos) y abrieron sus conservas más exquisitas para celebrar conmigo un reencuentro que llevaban años imaginando. Nos imaginábamos que el agua con el que brindábamos era cerveza fría. Con vistas infinitas sobre un mar de montañas y un cielo rojizo que había secuestrado el sol, celebramos una recién estrenada amistad que había surgido con el ímpetu que da encontrarse con alguien que viaja a tu velocidad, alguien que presta atención a los detalles del camino, que no acumula kilómetros sino historias, que pinta elefantes en vez de cazarlos, y que basa en la humildad y en el rechazo al comfort su discurso.

Si sali de Tok impulsado por el buen rollo de mis amigos de Fairbanks, mi último día en la pista de grava que serpentea cada colina hasta descender (!por fin¡) a Dawson para ahogarse en el río Yukon, fue más sencilla sabiendo que allí estaban Rafa y Noe aguardándome para celebrar, ahora con cerveza, nuestro reencuentro. Aunque este pueblo es famoso por la fiebre del oro de principios de 1900, ahora vive del turismo que se acerca al río con una sartén y ojos centelleantes, escuchando su murmullo de dólares.

Desde una cabaña de madera, con chimenea y lámpara de queroseno, escribo esta crónica. David Millar me ha invitado a su campamento al que los turistas aprenden a buscar oro y recuerdan como era eso de vivir sin electricidad, sin agua corriente y sin más ruido que el susurro metálico de un arroyo dorado.

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Dawson huele a oro

Voy a buscar a Terry, la razón por la que me arrastré como una oruga desde Tok hasta Dawson, aunque una vez más el camino me ha regalado mucho más de lo que imaginaba. Quién viaja sin fecha de llegada, ni reservas o compromisos, quien circula a la velocidad de las mariposas con la sonrisa de un nómada tiene muchas opciones de encontrar algo más valioso que el dorado polvo: amigos.

Paz y Bien, álvaro el biciclown.

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8 comentarios en “Cuando el río suena oro lleva”

  1. Leo esto y pienso: «El tipo se encuentra y reencuentra con amigos en rincón más recóndito del mundo (literal), eso es normal, no es casualidad.
    Mi vocecita ya se ha puesto a gritarme que me largue a que me pasen este tipo de cosas «normales» como a vos.
    Paz, bien y un mate caliente desde Bs As

  2. CARLOS-LOGROÑO (LA RIOJA)

    Conozco a ese millón de elefantes y lástima que no pudieseis brindar con un poco de sidra Asturiana o un Rioja, pero seguro que el buen ambiente habrá creado unas sonrisas. Ya he leído el libro donde termina el asfalto, si te digo el tiempo que no leía ninguno y este lo he devorado rapidamente, engancha, lo recomiendo a todo el mundo. Además de ver La Sonrisa del Nómada. Ojala tendría la mitad de tu valentía, para dejarlo todo. La verdad te tengo Envidia, pero muy sana. Ya estoy esperando tu próxima crónica. Muchas Sonrisas!!!

  3. No voy a llorar, no voy a llorar… JA, JA, JAAAA

    Álvaro ya sabes que cuando estoy emocionada ni me salen las palabras de despedida, ni soy capaz de llevarte a la fuente de fabulosa agua fresquita en el lejano oeste (ahora cercano) 😉 pero lo que sí que me sale muy bien es quedarme con la esencia de las buenas personas y disfrutar de cada nuevo día con todo lo aprendido en su compañía. Desde que te conocimos, un lujazo para el alma, no vemos la carretera de la misma manera ni queremos, deseo que siempre aparezca tu señal favorita, mosdisqueo el chocolate que tenemos a medias, todavía me dura, pensando en que te impulsaré con el pensamiento…
    Eres nuestro héroe!!!
    Tenemos unos cuantos sitios bonitos preparados para cuando vayas llegando! y prepárate para ver wildlife…
    muxos besos y hasta siempre, te queremos!!
    BICICLOWN, BICICLOWN!!!

    noe.

    P.D. en serio, yo tb tuve que tomar una biodramina para calmar a tanto fan y social media ; )

  4. DONDE ESTÁ LA PUERTA DE SALIDA (ESCAPE)?
    EL ULTIMO QUE APAGUE LA LUZ!
    ESTO SE HUNDE
    MAR—- EL ULTIMO!

    HAY SITIO EN TU BICILETA PARA ALGUNO MAS?

  5. Smitty & Kapalili

    Alvaro, good to hear that your phenominal stamina is holding up. Let us know where and apprximately when you are cossing back into the U.S., so we can see what we can do from Hawaii to coordinate some contacts. And yes my trusting and trustworthy international ambassador of love, humor and good will, small minds and mean spirits in parts of the U.S. may cause you to reconsider your oh so practical turban.

  6. Álvaro ayer estuve en la terraza de la biblioteca de Ciudad Real viendo un precioso documental que nos ofreció Lucio. Salimos con una sonrisa en la cara todos los que estábamos allí.
    No te cuento que mientras esperábamos en la cola sólo hablábamos de la crisis. Una pena.
    Gracias por hacernos sonreír y tener esperanza por una nueva vida.
    Como tengo un blog de libros voy a enlazar tu blog en el mío, para difundir lo más posible tu viaje por la vida.
    Un abrazo
    Teresa

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