(Villajoyosa). Hay días que recibo cartas. Con imaginación se puede intuir cómo sería la letra si estuvieran escritas de puño y letra, pero son cartas al más puro estilo del siglo pasado. Julio la escribió y se la envío a Roberto, para que la leyera antes del inicio de mi conferencia en un Colegio de Reinosa. Tenía que ser en ese lugar, y no otro, porque Julio ha nacido en esa ciudad.
Conocí a Julio Ceballos en Shangai (China) en el 2011. Me dejó su casa y allí terminé las últimas páginas del libro Donde termina el asfalto, semanas antes de embarcarme rumbo a Japón. Nos hemos vuelto a ver en Madrid en el 2.018 y me allanó el camino para que pudiera dar varias charlas en Reinosa. En una de ellas, como decía, se leyó un pedazito de esta carta que quiero compartir con vosotros. ¿Por qué? Muy bien no lo se, pero imagino que destila buen rollo y siempre está bien sembrar buen rollo en internet. Para mal rollo ya bastan los noticieros. No se si Julio se molestará porque la publique, imagino que no, demuestra su buen hacer juntando letras y signos de puntuación. No en vano es un escritor, más de poesía que de prosa.
Con ustedes Julio Ceballos:
Cuando hace poco me reencontré con Álvaro después de siete años, nos dimos un abrazo y, al decirle lo mucho que me alegraba de verle – y de verle bien -, me respondió: “yo también, Julio, yo también porque, además, estamos vivos. Hay muchos que en estos 7 años ya no lo están.”
A diferencia de muchos otros viajeros, Álvaro no da por hecho el vivir para contarlo, de una pieza, sano y salvo y sin apenas rasguños.
Un buen día, hace 15 años, Álvaro Neil decidió que él no iba a esperar a la jubilación para vivir la vida con intensidad. Todos nacemos con dos piernas pero Álvaro decidió ponerlas a pedalear para descubrir la profundidad de los mapas y entender de qué están hechos los pliegues y las esquinas de este planeta redondo. A lo largo de década y media ha pasado por miles sitios pero lo ha hecho de un modo, a un ritmo y de una manera que ha permitido que todos esos sitios pasen también por él.
Por eso este hombre está construido a base de amaneceres, de atardeceres, de viento, de sol, de lluvia, de nieve y de sonrisas. La historia de Álvaro Neil es la historia de un tipo normal que decidió vivir una vida extraordinaria. Álvaro narra el relato de un viaje épico sin exageraciones, con humor pero sin grandilocuencia.
Si prestáis atención a lo que cuenta, su historia os cambiará un poco la vida.
Cuando lo hagáis, fijaos en sus ojos mientras habla, fijaos cómo brillan. Después de 15 años, 200.000 kilómetros y más de cien países, esa mirada no ha perdido el brillo; al contrario, brilla más que antes. Fijaos bien en su mirada. Esos mismos ojos han visto las nieves de los Andes, las estepas mongolas, todos los océanos del planeta, pieles de todas las razas que existen, bosques y selvas, megápolis y desiertos, templos de todas las creencias, niños y ancianos, caudalosos ríos y las vastas extensiones, miles de amaneceres llamando a la puerta de su tienda de campaña, muchas anécdotas, mucha gente, las miradas de mucha gente. Todas sus sonrisas. La enorme generosidad de cientos de miles de personas de todo el mundo.
El mundo que Álvaro ha recorrido no sale en las guías Lonely Planet, nunca aparece en los telediarios y es invisible a Google Earth. Quien quiera seguirle la pista y repasar su trayecto no encontrará ya esa misma ruta. Él ha recorrido el viaje de quien no tiene miedo a no saber dónde dormir, a no tener cobertura telefónica o a que le roben la cartera.
Álvaro le ha tomado las medidas al planeta viajando sobre dos ruedas para que el mundo pueda rodar a gusto, mientras gira, bajo su bicicleta convencido de que el ser humano es nómada por naturaleza y las raíces se echan allí donde uno vive sus sueños.
Auténtico, optimista, alegre, divertido, comprometido, fanático del agradecimiento, autodidacta y solidario. Álvaro Neil no es un soñador, pues un soñador se conforma con soñar y fantasear con sus ensoñaciones. Álvaro es un buscador decidido a vivir sus sueños. Fue en el 2002 cuando tomó la decisión de escuchar a esa voz que todos llevamos dentro, a ese ángel de la guarda que nos dice cuál es el mejor de los caminos que podemos tomar: el nuestro.
Cree en la gente, en la amistad, en la lentitud y el silencio, en la confianza en los sueños como arma revolucionaria, en que el ser humano puede convertirse en el héroe de su propia historia si apuesta por aquello en lo que cree. Es amante de la soledad y los amaneceres, de la libertad y la trashumancia, inteligente y provocador, amable, simpático, consciente de que la vida es un regalo envuelto en el celofán del aprendizaje, se siente feliz por haber descubierto cual es su sueño y no haber tenido miedo de vivirlo.
Así es Álvaro Neil, alguien que vive despacio porque en la vida, despacio, cada cosa encuentra su valor, su lugar y su momento. Alguien que se hizo payaso convencido de que la vida es un asunto muy serio.
Un tipo normal que cree en la bondad innata de las personas, en que el mundo es un gran lugar, un sitio seguro, amable, lleno de gente sencilla y generosa dispuesta a compartir. Alguien convencido de que la sonrisa es contagiosa y abre casi todas las puertas.
Y la historia, su historia, aún está escribiéndose. Le esperan otras aventuras, nuevos desafíos, nuevos proyectos, otras búsquedas, nuevos retos…pero esa historia, su futuro, aún está por escribirse. (…)
Gracias Julio.
¡Qué bien escrito! ¡Qué manera más bonita de describir a un amigo! Gracias Álvaro, gracias Julio.
Gracias a ti, hoy no te pierdas el vídeo de Youtube!!!
Julio esta hecho todo un artista de la palabra. En mi opinión te hace justicia en su carta, a mi no me salen de la mente adjetivos ni combinaciones tan perfectas .Deberías contratarlo como asesor para tus próximos libros.; que no es que te haga falta…
Comienzo mañana «Donde termina el asfalto» , un abrazo.
Si muy bien descrito, solo falta que se ponga las pilas y nos ofrezca mas videos y mas libros que aun tiene mucho que contar.