(Atenas) Hoy he soñado que había hecho un espectáculo más, esta vez en un campo de refugiados sirios en las afueras de Atenas. Llegaron unas trescientas personas ante un cielo con cara de pocos amigos que no llegó a descargar agua. Es borrosa la imagen pero creo que había unos 7 u 8 voluntarios españoles que colaboraron preparando el escenario, las sillas, la música… Después del show ofrecieron sopa para los refugiados y hasta chocolate caliente con crema (me tomé tres).
Recuerdo que había una mujer de cabello blanco que daba órdenes y bailaba y que parecía ser la que había sufragado la comida, bebida… Carolynn dicen que se llama. Una mujer que ha vivido en varios países, pero con financieros orígenes en Nueva York, que tras una exitosa vida de banquera decidió mejorar el mundo e invertir su dinero (muchos miles de dólares) en dar comida y otras cosas necesarias a personas que en absoluto conoce pero que han salido de un país en guerra y necesitan ayuda. Eso es todo lo que deberíamos saber para ayudar a alguien, ¿No?
Me levanté, fui al baño a liberar la presión de la vejiga y me descubrí en el espejo (pasan muchos días sin que me mire en el espejo, el de la bici es para controlar que los coches no me atropellen). Y entonces reaccioné; no había sido un sueño. Había hecho ese espectáculo.
El día anterior al show había aparecido una noticia en los Miedos de comunicación (mejor que Medios), porque lo que trasmiten es miedo. Un payaso sirio que no había querido abandonar Aleppo para alegrar y entretener a las personas, niños y adultos, había sido alcanzado por una bomba y había muerto. El periodista ( o el ser humano disfrazado de periodista) que escribió la crónica que luego todos los diarios se apresuraron a copiar y pegar en sus portadas, decía que “Anás al Basha que se disfrazaba de payaso…“
Uno no es médico por ponerse una bata y colgarse del cuello un fonendoscopio. Ser payaso es más que una nariz roja. De hecho, tras el show, los voluntarios españoles regalaron cientos de narices de payasos a los chicos. No por eso los convirtieron en payasos.
Anás al Basha era un payaso. Esa era su actividad principal, no es un disfraz.
Su asesinato nos revolvió a muchos y nos recordó que hay personas que dedican su vida, o parte de ella, a mejorar la de otros. Sea dando comida como Carolynn o llevando risas como Anás al Basha. Hay otros que se dedican a joder la vida de otros tirando bombas o simplemente tirando noticias negativas, día si y día también, para amedrentar a la sociedad.
Realizar ese espectáculo en Ritsona (Grecia) no fue fácil. Ofrecí mi espectáculo a numerosas Ongs que trabajan en el terreno, médicos del mundo, cruz roja, remar, praksis, proactivaopenarms, mensajeros de la paz… Ni siquiera me respondieron.
Por medio de alguien a través de mi página del Facebook me hablaron de una mujer que sin ser una Ong, ha decidido remangarse y ayudar con sus propios medios. Contacté a Carolynn que en seguida se entusiasmó con la idea y me ofreció un alojamiento y comida y la logística precisa para el show. Decidimos hacerlo el domingo porque es el día que más refugiados hay en el campo, durante la semana los niños van a una escuela y es más complicado. Llegué pedaleando el jueves al campo tras sufrir un temporal de nieve y ser expulsado hasta tres veces de la carretera. Una de ellas por Kristo, un policía. La ruta para llegar a Atenas desde el norte, mi camino, no tenía muchas opciones de carreteras locales. Sobre la vieja carretera construyeron la autopista y como por ella no dejan circular bicicletas, el camino a Atenas en bici es casi imposible. Salvo que des un rodeo de cientos de kilómetros. El penúltimo día hice 125 kms que, considerando que ahora es invierno y a las 5pm es de noche, significa no bajarse de la bici ni a mear. La última hora me tocó pedalear a oscuras, con lluvia (horas antes había sido con nieve), y al llegar a un pueblito a 900 metros, entré en el único local con luz. Un bar. Tres parroquianos bebían cafe y fumaban. Dos aficiones que los griegos practican con ardua pasión. La dueña hablaba inglés y le expliqué lo que hacía y que iba a Atenas. Cerraba el bar a las 8. Le pedí que me dejara dormir fuera, en la terraza delimitada por cortinas de plástico, pero no me dejó. Decía que más arriba había una casa abandonada, sin puertas, ni ventanas, luz ni agua, y que allí nadie me molestaría. Sólo el frío. Pensé quedarme, pero luego me di cuenta que por la mañana la carretera sería una pista de hielo y preferí descender a nivel de mar, para al menos poder pedalear pronto al día siguiente. Aunque estaba agotado y empapado, sabía que sería mejor para mañana. Llegué al pueblo, de noche, y el hombre de la gasolinera tampoco me dejó dormir allá. Hasta ahora no encontré muy buena onda en Grecia, nada que ver con su vecino del norte, Macedonia. La crisis económica es también una crisis de hospitalidad con el nómada. Tuve suerte que en mi regateo con el dueño de una pensión aceptó mi oferta de 10 euros. Quería 25 aunque cuando entré en el cuarto vi que la tarifa oficial era 40 euros.
Por la mañana la nieve que el día anterior era mi enemiga, había cubierto las montañas y brindaba un espectáculo de la naturaleza que era un deleite. La lucha de ayer parecía haber sido una pesadilla.
Llegué a Ritsona y me recibieron dos voluntarias y unos refugiados. Esa primera noche dormí en uno de los barracones que, con gran hipócrita generosidad, trajeron hace dos semanas los Emiratos árabes. Ese país no quiere abrir sus fronteras a refugiados sirios, pero viene a Grecia con un cuerpo de periodistas y cámaras de televisión a hacer entrega de barracones y a cortar la cinta de inauguración de la remodelación del campo, ante la atónita y desconsolada mirada de los refugiados. Quién te cierra las puertas de casa te tira por la ventana las migas del mantel.
Durante dos días me dediqué por completo a preparar el show. El último había sido hacia ya mucho en Mariana, Brasil. El domingo nadie sabía muy bien lo que iba a ocurrir, salvo yo. Les dije a los voluntarios que los chicos iban a comerse el escenario, ávidos de participar, que los mantuvieran sentados…
Comenzó el show con todos sentados y acabó con todo el mundo de pie no queriendo perder detalle de las evoluciones del clown. Si dura cinco minutos más estamos todos, público y clown, en el escenario. Es difícil de controlar tanta energía. Los chicos desean ver, tocar, sentir. Hay mucho cariño que repartir y nadie quiere perderse su cuota.
Una vez más no me canso de repetir que para ofrecer el espectáculo es preciso dos cosas: público necesitado y organización. Las dos cosas no faltaron en este show en Ritsona.
Carolynn nos invitó a voluntarios y clown a cenar a un restaurante en Chalkida y al día siguiente llegué con la bici a Atenas. Alojado por dos encantadoras personas que no me conocían en absoluto ahora me dedico a preparar la charla de este sábado en la Sala Abanico y a hacer las maletas. El lunes estaré llegando a Dubai para participar en un Festival de viajeros. A ver si les convenzo para que abran las fronteras a los refugiados.
Desde Grecia, Paz y Bien, el biciclown.
Gracias Alvaro por lo que nos cuentas y por lo que haces.
Grande Alvaro,al final de tu vida mirarás atrás y verás que en éste plantea hostil has contribuido con lo tenías,seguramente la vida es eso,dar a los demás sin esperar nada a cambio.Ser un poco Mesías de las sonrisas.Te felicito amigo,un abrazo desde Montevideo-Uruguay
Que buena historia! Gracias por compartir y suerte en Dubai
Es maravilloso lo que haces,regalar alegría a los que más lo necesitan.
Recupera fuerzas en Dubai que aún queda mucho.
Que es genial lo que hiciste aha !!! te felicito por la alegria que te das a la gente; suerte en los caminos de la libertad. Un abrazo