Esta noche Mapuana
Hawaii sonrie en ti
Un beso de dulce Aloha
Aloha, te amo
Escucho suaves vientos susurrando
Tu querido nombre para mi
Una palmera de hula se balancea
al ritmo del mar
La luna en el cielo
le susurra a las estrellas en lo alto
y le dice que tu eres, con diferencia,
más brillante que cualquier estrella
Dulces sueños Mapuana
hasta que la mañana encuentre el rocio
un beso de dulce Aloha
Aloha te quiero
En Hawaii, el que yo he conocido en este mes y que no es el típico de Honolulu, la vida trascurre entre Hulas, ukeleles y canoas. El único riesgo para muchos de los locales es que un coco les caiga en la cabeza mientras sestean la tarde. Aguardando al deshielo en Alaska he optado por recorrer la más grande de las islas en Hawai. Una de las islas con más historia pues aquí fue donde nació el gran Kamehameha que inaguró el Reino de Hawaii anexionado de manera poco ortodoxa por USA a su imperio: sería la estrella 50. Parte de lo que he ido aprendiendo de la cultura hawaiana me lo ha contado Bobi Moreno. Una mujer cuya edad no adivinaríais ni en sueños, que tras dar a luz tres hijos, adoptar cinco y tener en acogimiento seis más, atiende una casa de huéspedes en el norte de Kohala. Bobi me llevo a conocer la primera escuela de niñas en Hawaii, fundada en 1874, y en cuyos salones ella misma fue cortejada muchos años después.
Lo otro poco que he aprendido de historia me lo han ido contado Roberta y Smmity, en las repetidas visitas que les he hecho. Los jueves hacen de guías voluntarios en el palacio de Kamehameha en Kailua (vulgar y erroneamente llamada Kona), y escucharlos es viajar al pasado y hacerte colega del linaje de Kamehameha.
Tras nadar un kilómetro a las ocho de la mañana en el punto de salida del Ironman, regresamos a casa en bici. Pero en vez de correr un maratón, nos sentamos en la mesa a degustar un excelente desayuno que ellos hay preparado. No falta la papaya con jugo de limón, pan casero, cafe de Kona, y aguacate aderezado con sal que ellos mismos han recuperado del mar. Ver vídeo.
Día si y día también, acuden a algun grupo de ukele. Sentado, escuchando la canción de Makuana, aprendo a hacer un lei (el collar de flores naturales típico de Hawaii) e imagino lo duro que va a ser estar la semana que viene soportando el frío del Polo norte. En Alaska habrá millones de mosquitos esperandome; y no cocos, sino osos. La suave brisa del mar será viento endiablado, cortante, helador. Y a las noches no contemplaré las estrellas pues el sol no se va a dormir.
Pero mi despedida de Hawaii será por todo lo alto. Tan alto como la montaña más alta de la Tierra: Mauna Kea. Si medimos, claro está, las montañas desde su real base. Y la de Mauna Kea está bajo el mar. A 4000 metros sobre el nivel del mar (pero muchos más que el Everest si medimos a ambas desde debajo del mar), las estrellas serán casi tan brillantes como Makuana. En la cima hay media docena de grandes telescopios de todo el mundo, viento y frío. No está permitido dormir allá arriba, así que si consigo llegar con la bici (sólo se puede hacer caminando o en cuatro por cuatro dicen) no podré pestañear delante del guarda. No importa. Debo estar despierto para ver la salida del sol por encima de las nubes. Para sentir toda la energía que se puede percibir en uno de los lugares más puros de la Tierra: la cima de Mauna Kea.
Aloha, Paz y bien, álvaro el biciclown rumbo a las estrellas.
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