La Puerta del Cielo
(Pirineos). No lejos de donde me encuentro escribiendo mi nuevo libro, comienza un recorrido espectacular por las montañas más altas de los Pirineos catalanes conocido como La Puerta del Cielo.
Para refrescar un poco las neuronas y salir del voluntario encierro monacal al que me he confinado en aras de culminar la publicación del libro pronto, he decidido hacer parte de esa ruta. Para ello he contado con la visita de un viejo amigo que conocí en el dos mil tres. Agustín, profesor de los Salesianos en Urnieta me escuchó ese año en una entrevista en el programa Levando Anclas de Roge Blasco. Me llamó para que fuera a dar una conferencia a sus alumnos y desde entonces hemos conservado y fomentado esa amistad. Antes de iniciar la vuelta al mundo 2004-2017, nos fuimos junto con su compañero salesiano, Carmelo, a patear por los Picos de Europa. Ahora Carmelo está en Chile, destinado en labor pastoral, y le visité cuando pasé por aquéllos pagos, incluso ofrecí mi espectáculo en un humilde barrio en el que trabaja y también di una charla.
Agustín se tomó unos días libres y se vino desde Pamplona para hacer dos o tres días de caminata.
Salimos desde Tavascán y, aunque pretendíamos ir en sentido antihorario, nos equivocamos y comenzamos la subida al revés. Llegamos al Pla de Boaví y de ahí arrancaba la parte con mayor elevación hacia el refugio de Certascan. El día es de esos que hay dos al año. Ni una nube. La montaña está rebosante de agua y por todos lados hay arroyos y cascadas en las que refrescarse y saciar la sed. Es una subida dura, sobre todo por el calor, y debido al peso que llevábamos, porque no queríamos dormir en el refugio. El alojamiento allí, para quien no está Federado, cuesta junto con la cena y el desayuno, cincuenta y un euros. Si estás Federado por alguna federación, como la asturiana, que no tenga convenio con Cataluña, también debes pagar esa cantidad. Un lío burocrático en detrimento del usuario, como no.
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Dejamos el refugio para darnos un baño en el Estanque de Certascan, uno de los más profundos del Pirineo, a más de dos mil metros de altura. Agua helada y reencarnadora. Te deja los músculos como si cuatro manos te hubieran dado un masaje. En vez de tienda de campaña llevamos un toldo, suficiente para pasar la noche. La cena fue una suculenta fabada litoral, que disfrutamos de milagro. Fue terminar de calentarla, hervir agua para un te, y terminarse el hornillo.
Pero Agustín ya lo sabía, y tenía otro de repuesto. Dice que la última vez que salió de monte varios días fue en aquélla ocasión por los Picos de Europa y la falta de costumbre le hizo traerse la bombona de gas equivocada. Al día siguiente no había cafe para desayunar sino agua de la cascada.
Se venía encima la tormenta y aceleramos el paso para completar el recorrido, dejando a un lado la ascensión al Pico de Certascan de casi tres mil metros.
El agua nos alcanzó a la altura de las Bordas de Noarre, enclave fundamental en la lucha de los republicanos para almacenar municiones y efectivos. En el camping de Graus, recomendable para quien esté por la zona por su tranquilidad y buenos precios, tomamos por fin el café a las cuatro de la tarde. Supo a gloria bendita, y no por tomarlo con un cura, sino porque el de la mañana brilló por su ausencia.
Entramos en Tavascán a las cinco y media de la tarde, y enfilamos al bar. Agustín a por una cerveza yo a por un segundo café.
En el canal de youtube puedes ver el vídeo de la mini expedición.
Paz y Bien, el biciclown.