La cumbre y el descenso
La cabeza me retumba. Los oídos me pitan. El reloj no avanza. Son tan sólo las dos de la mañana y sigo dando vueltas en el saco en busca del calor perdido. Perdido exactamente cuando el último rayo de sol se fugó del glaciar. Quiero ir a orinar, pero no soy capaz de convencerme a salir al exterior. Imagino que el resto de la gente no estará pasando mejor noche. Aunque ellos al menos duermen en el refugio. Yo he preferido no pagar los 18 euros y pasar la noche toledana en mi tienda.
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