Ni la lluvia, ni el viento del oeste, ni el frío, podían empañar mis últimos días en Mongolia. Acompañado de Ana y Jordi recorrimos algunos caminos del Parque Nacional más cercano de la capital de Mongolia. Es sorprendente cuanta belleza hay escondida a tan poca distancia de Ulaan Bataar. No descansamos demasiado. Rodar una película de bicicleta, en bicicleta, exige el mismo esfuerzo al cámara que al protagonista. Su bici debe estar en perfecto estado y debe comer, dormir, descansar, al igual que yo. Ana, su chica, le ayuda todo lo que puede aunque el frío también hace mella en ella. No es fácil Mongolia, en octubre, para quien no está acostumbrado a sufrir. Tantos años viviendo como un nómada, cocinándome, buscándome un lugar bajo las estrellas me han convertido en amigo del frío, del calor, de las piedras, del viento, de los árboles, de los pájaros, de los ríos. Cuando la naturaleza es tu casa el jardín se riega solo.