Japón
Donde se acaba la tierra
No hace falta cambiar de gafas
Uno más
Devolver el puntito rojo a la bandera
Prepararse para el Tifón
Wabi sabi es la revolución
En ninguno de los más de sesenta países que llevo recorridos en esta vuelta al mundo había tardado tanto en llegar a la capital. Desde que entré en Enero en Japón no había aún llegado en Tokyo. No encuentro interés en las luces de neón, ni en el ruido del tráfico o en los modernos edificios. Me enamora el remolino del agua en un río protegido por una densa sombra de bambúes. O el vuelo de un pato, a ras de agua, antes de hundir su cuerpo en la corriente. Y la música.
Reencuentros de luz
Para conectarme a internet en Japón uso un iphone que me prestó Sachi, la chica japonesa con cuya familia pasé un mes largo en Fukuoka. El aparato no tiene tarjeta de teléfono pero detecta wifi. Ocurre que el 99% de los wifi en Japón tienen bloqueado el acceso con contraseña. Hay días en que encuentro uno o dos puntos sin codificar y así puedo actualizar mi estado en twitter o responder a los mensajes más urgentes. Hasta llegar a una casa donde poder trabajar.