Había oído hablar de los Road Trains pero nada de lo escuchado hace justicia a esos monstruos articulados de acero de 55 metros de columna vertebral. Los carteles de carretera aconsejan sintonizar el canal 40 en UHF para avisar al conductor de que estás detrás de ellos y tienes intención de adelantarles. En mi caso me conformo con no ser succionado por alguna de las ruedas de sus trailers. Cuando la carretera está en obras, lo que parece habitual entre Atherton y Charter Towers (más de 400 kms), no hay más que un carril asfaltado. Los Road Train lo habitan en el centro igual que si estuvieran adheridos con un imán. El resto de los mortales nos apartamos como si viéramos la peste al oir el zumbido de estos monstruos. Menos suerte tienen los canguros que son sistemáticamente cegados por las potentes luces de los coches y son atropellados cada noche al tratar de cruzar, a saltos, la carretera. Cada día contabilizo más de quince de estos animales, símbolo de Australia, cuya carne es comida muy lentamente por los pájaros. Su olor a muerte, pesado y penetrante, es el aroma que recordaré de estos campos australianos.