Mongolia

son humanos

Son humanos aunque vayan de verde

Recuerdo muchos cruces de fronteras. El más difícil sin duda fue el de Turkmenitán hacia Irán. Cuando el policía turkmeno me despegó las tapas del pasaporte y su colega iraní no me dejaba entrar con el pasaporte despegado. Pero posiblemente el más estúpido sea el de la frontera, única, de China con Mongolia. Apenas un kilómetro entre el norte de China y el desierto del Gobi. Pero Dios mío, cuántas familias viven de ese cruce humano. En el lado chino tienes una maquinita con la que mostrar tu nivel de satisfacción por la atención del militar chino que te ha sellado el pasaporte: descontento, normal o contento. Siempre se me olvida apretar el botón. Tal vez porque no existe la opción: hasta las pelotas de tanta burocracia.

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ultimos dias

Últimos días de cine

Ni la lluvia, ni el viento del oeste, ni el frío, podían empañar mis últimos días en Mongolia. Acompañado de Ana y Jordi recorrimos algunos caminos del Parque Nacional más cercano de la capital de Mongolia. Es sorprendente cuanta belleza hay escondida a tan poca distancia de Ulaan Bataar. No descansamos demasiado. Rodar una película de bicicleta, en bicicleta, exige el mismo esfuerzo al cámara que al protagonista. Su bici debe estar en perfecto estado y debe comer, dormir, descansar, al igual que yo. Ana, su chica, le ayuda todo lo que puede aunque el frío también hace mella en ella. No es fácil Mongolia, en octubre, para quien no está acostumbrado a sufrir. Tantos años viviendo como un nómada, cocinándome, buscándome un lugar bajo las estrellas me han convertido en amigo del frío, del calor, de las piedras, del viento, de los árboles, de los pájaros, de los ríos. Cuando la naturaleza es tu casa el jardín se riega solo.

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talones

Con la nieve en los talones

Es un gustazo ir al aeropuerto de Mongolia. Es tan pequeño que uno se siente como en casa. Pero es un gustazo sobre todo si se va a buscar a unos amigos a los que hace muchos años no ve. Koos pensó en no tomar el avión de Air China para llegar a Mongolia. En parte porque el responsable de la compañía en Madrid no le dejaba embarcar con una caja de bicicleta. Ni siquiera pagando el exceso de equipaje. Cuando vi el contenido de la caja que motivó el exceso de equipaje me quería morir de vergüenza: productos ibéricos, latas…, todo comida para mí.

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35ºC bajo la axila

El tapiz rojo y gris del cielo se iba rompiendo, a cada minuto, sin esperar que los habitantes de la capital se despertaran. La mañana se desperezaba lentamente, sabedora de sus encantos infinitos, sin importarle lo más mínimo que solo unos cuantos apreciáramos sus arrugas de nubes. Es el estribillo de cada amanecer en este país. Acababa de dejar a Koos en el aeropuerto tras su segunda visita en mi Vuelta al mundo. La primera hace tres años en el Cairo y la segunda ahora en Mongolia. Promete una tercera antes de otros tres años.

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Energías agotables

Rober viene a buscarme al centro de la capital de Mongolia. Las manos en los bolsillos de su pantalón y un aire de total despreocupación. Su sonrisa no esconde nada. Hace más de treinta años que salió de los Estados Unidos y, cuando los visita con su mujer, se siente un extranjero. Zaya, su musical esposa, camina tan suave por la casa que no la sientes. Me han invitado a pasar unos días con ellos y el descanso le viene a mi cuerpo tan bien que no se queja de la inactividad. Una doctora de más de 60 años y que practica la medicina tradicional me viene a visitar. Mis dolores de mi rodilla derecha tienen que ver con algo de frío en los pulmones. Sus dedos son mágicos y sus conocimientos ancestrales. A Rober le curó un tumor cuando iba ya camino del quirófano. El escáner posterior no encontró rastro del tumor.

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sello del cielo

El sello del cielo

Llegué hasta donde pude y un poco más lejos aún. Traté de reparar la bici lo mejor que se en Moron y me encaminé hacia otra apuesta perdia: tratar de llegar al lago Blanco. Después de comprobar que puedo empujar mi bici durante 45 kms ya no me da miedo Mongolia.

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verano

El verano ha quedado atrás

Pedalear por la orilla oeste del Lago Khosvol demanda a partes iguales gran dosis de paciencia y mucha imaginacion. Las ruedas de la bici quedan atrapadas en invisibles cienagas que desde lejos parecen campos de golf. Durante algunos metros la opcion mas segura (y mas loca) es meter la bici en la orilla del lago y empujarla sobre los cantos rodados. Y todo para conseguir hacer solamente 32 kms en una jornada

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arco iris

El arco iris más pequeño del mundo

Con la rueda trasera hecha un ocho no me quedaba más opción que buscar trasporte hasta Ulan Bator. La fortuna quiso que en ese pequeño pueblo en mitad del desierto del Gobi hubiera un apeadero del tren que va de la frontera hasta Ulan Bator. Tras algunas discusiones con dos borrachos y con dos bellas revisoras conseguimos meter las bolsas y las bicis en el tren de vapor de catorce vagones. A la mañana siguiente llegamos a la capital de Mongolia.

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ken

Ken, la bella sonrisa

Dame un desierto y te construyo un poema. Dame un viento de frente para que tenga rima asonante. Dame agua para enjuagar mis versos. Dame paciencia para reparar el pinchazo que viene después del pinchazo. Y entrégame un cielo de estrellas para pensar en que otro mundo es posible. Un mundo en el que podré pedalear con Ken.

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