Luna llena para una vida normal
No ha habido piedra, en la ruta desde Naryn hasta Jalal-Abad, que no hayan pisado mis neumáticos, que no me haya zarandeado en mi sillín, que no me haya hecho apretar los dientes y aferrarme con fuerza al manillar de mi querida Kogadonga. Que por cierto se ha comportado como una reina. Solo un pinchazo, como no, provocado por una botella rota. Los kyrguisas no saben ir al campo a tomar vodka y volver a casa con el envase. No. Lo tienen que tirar al suelo.
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