Diez kilómetros más en su compañía y ya parece que estoy en lo que son las afueras de Dhaka. En el horizonte no hay más que campos de arroz que aguardan las lluvias que inundarán los campos, y de paso muchas viviendas, en un país que es más plano que el pecho de las nadadoras. En tres días de pedaleo y pedaleo, consigo llegar a Calcuta.
La última jornada, 130 kms, bien merecía la pena, a sabiendas de que en Calcuta me aguardaba una casa. Con su dormitorio, su baño, su cocina, y su llave de la puerta. Eso de tener una llave en el bolsillo me hace recordar que mucha gente de la que lee estas crónicas tiene el bolsillo llenos de llaves. Yo no llevo llave. Llave no llevo. Llevo lluvia. Hacía cuatro meses que no llovía en Calcuta pero la noche de luna llena el cielo se abrió. Yo pienso que no era lluvia. Eran las lágrimas de la luna al ver que el amor que yo aguardaba me ha dado esquinazo. Pero a los árboles le sentó esa agua de maravilla y al día siguiente lucían su mejor verde, como escolares el primer día de cole.
Por cierto que los escolares se desplazan en un rickshaw de ocho o diez plazas, cubiertos, y tirados por un hombre cuyas piernas trasladan el futuro de toda una nación. Al día siguiente se celebraba en la India uno de los festivales más antiguos. El Holi. La idea es celebrar el fin del invierno con coloridas ropas. Poco a poco ha ido degenerando en colorear las ropas propias y las del vecino, aunque no quiera, en beber mucho alcohol, y en tirar globos de agua a los viandantes o ciclistas. Difícil salir a la calle sin que te manchen. Muchos días después todavía hay gente que tiene las ropas tintadas al igual que los pies o la cara.
Muchos comercios permanecían cerrados y también las oficinas de venta de billetes de tren. Tenía necesidad de viajar a Delhi urgentemente en tren. Tras varios meses sufriendo las consecuencias del accidente en Turquía el cambio de bici era inevitable. Koos, de Bike-tech, una vez más ha demostrado su generosidad y su rapidez montando una nueva bici en tiempo record. Pero el problema era hacerla llegar a Delhi o Calcuta. Pero una vez más el foro de mi web me traía la solución. Jordi Muntané viajaba a Delhi con su madre. Pero, ¿podría traer en su equipaje una bici de rueda 28? La respuesta no es si o no. La respuesta es por supuesto. Jordi no sabe decir no. El favor para mi era enorme como la caja que traía. En Delhi me aguardaban los tres: Jordi, su madre, y la bici. La bici es otra maravilla salida de la factoría Bike-tech. Cuadro olov (de nuevo acero), sistema de cambios rohloff y un importante cambio respecto a mis otras bicis. Una rueda más grande. Como las que llevan los ciclistas en ruta. Según Koos me permitirá llevar una postura más cómoda en la bici. Y si lo dice Koos, amen. Para tener buen karma lo primero que he hecho ha sido colocarle unas nuevas banderas de oración tibetanas. Es lo que se acostumbra a hacer cuando se comienza la construcción de una nueva casa en los países budistas. Y no tengo ninguna duda de que mi bici es mi casa. De ahí que mi moral anduviera tan por los suelos últimamente (también por la ultimamante). Con mi casa quebrada mi corazón no descansaba bien. Los males de amores el tiempo y ciertas caricias los curan. Mi herida empieza a cicatrizar aunque bastaría un pequeño beso, o tal vez solo unas palabras venidas de lejos, para que la herida sangrara de nuevo.
Bueno que me pierdo. Retomo el tema del tren. Un viajecito de 24h, que fueron 25h por un retraso de nada, me permitió descubrir que la India viaja en tren. Compartiendo asiento con la clase menos acomodada, sin aire acondicionado, el vagón era una pieza de teatro interrumpida. Vendedores de todo, perdedores de nada, mendigos sin piernas, niños ladrones, travestis, ciegos cantantes, sordos con buena vista y rápida mano, musulmanes rezando en mitad del pasillo, y polvo, porque el polvo también viaja en tren. Jordi traía no solo la bici sino también mi libro de fotos. El primero que he visto y el primero que he dedicado. Que alegría me ha dado ver mi libro. Tocarlo, pasar las páginas, oler la goma de la tapas, y sentir las manos que lo han terminado. Gracias una vez más a todos los que me han ayudado a hacer una obra tan bonita, con un tamaño tan de caja de bombones. Como se trata de un hijo más me siento orgullosísimo de él y no es porque sea el último. Es porque rezuma cariño desde la portada hasta el código de barras.
Pero Jordi traía además a su madre. Que un tipo tatuado hasta las orejas se vaya de vacaciones con su madre dos semanas por la India tiene gracia. Verles juntos por la calle tiene gracia. Su madre está muy contenta de viajar con su Jordi porque sabe que nadie mejor que él la cuidará. Jordi no le da mucha importancia y no está haciendo un viaje fácil para su madre. Viaje en tercera, noches en hoteles de dos euros, y caminatas por las rotas calles de Delhi. Su madre es una aventurera del Plan de pensiones. Una jubilada que se ha arriesgado a viajar con su diabetes y que ha ganado. Porque en esta vida el que no se arriesga no gana. Jordi proseguía viaje con su madre y yo, de nuevo al tren. A ver la segunda parte de la obra de teatro: Delhi-Calcuta 24h. Pero con Olov en el vagón de carga en vez de la pobre Kogadonga. Con la llave en el bolsillo abría la cancela de mi casa donde había dejado todo el material. Ahora tocaba que Olov y las alforjas se hicieran amigos. Pues serán inseparables durante muchos años. Y yo a prepararme. El día 22 tendrá lugar un gran espectáculo en Ashabari, a veinte kilómetros de Calcuta. Organizado por la ONg Calcuta ondean. Y el mismo domingo, entre 11 y 19h de España, se harán actividades paralelas en Donostia y se podrán ver las fotos del espectáculo que, tan solo cuatro horas y media antes, yo habré ofrecido para cientos de personas. Gracias a Iñigo por su dedicada, sincera y comprometida ayuda para que esto salga adelante, al señor Sinha por su apoyo logístico en Calcuta, y a todos los voluntarios (payasos, ciclistas, y demás personal) que colaborarán en las actividades del día 22 en San Sebastián. Que corra la risa, que Olov se coma el mundo y que la luna no llore más.
Desde Calcuta, Paz y Bien, día 1579, álvaro neil, el biciclown.
P.D. Por algo mágico, muy mágico, el Gobierno de Bhutan me ha dado visa gratis por diez días. Cada día de visa costaría en otro caso 250 dólares. No he encontrado barco a Asia pero recorreré un país que cuenta con un solo semáforo y que está prácticamente cerrado al turismo. El tres de abril empieza la crono de Bhutan, con más de 8 pasos de montaña a más de 3.000 metros.
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