Hasta llegar a Tim Tam la ruta desde Bandiagara es decente. Trozos de pista que se pueden hacer en bici alternando con mi vieja amiga la arena del desierto. La paciencia es indispensable cada vez que toca bajarse de la bici y empujar. Esta claro que las bicis no estan pensadas para rodar por el desierto. Tras haber pasado la noche en un bello palmeral a la entrada de Dogani, llegue a las diez de la mañana a Tim Tam. Parecia un pueblo abandonado que la arena y el sol se estaban encargando de engullir. Fui directo a la casa del jefe de la villa. Facil de encontrar porque suele ser la mejor construccion. Una mujer salio a recibirme con una gran jarra de plastico con agua. Era la mujer del jefe y me dejo alli bebiendo mientras fue a buscacr a su marido.
Cuando regreso con el le explique mi intencion de llegar a Borko y que conocia que la ruta atravesaba una montaña de grandes piedras imposible de pedalear. Me explico que casi todas las mujeres habian partido a buscar agua a un oasis a tres kilometros pero que no me preocupara. Se fue y volvio con todos los varones de la escuela. Ellos llevarian todas mis cosas y la bici hasta Borko a una
hora a pie. La bici, por lo menos, la llevaria yo.
Cuando sali de Bandiagara dos dias antes habia comprado unos frutos llamados Kola y que son muy apreciados por los jefes de los poblados del Pais Dogon. Era la ocasion de regalarlos. Saque tambien mi bolsa de datiles y los reparti entre los niños. El jefe distribuyo todas mis cosas entre los chicos y solo los que no tenian que llevar se volvieron a la escuela. Como sabia que para ellos aquel dia era una experiencia que pocas veces vivirian, al igual que yo, trate de repartir algo a cada chico. Habia uno que transportaba mi casco en su cabeza y otro una botella de agua, vacia claro.
Practicamente hablaban menos frances que yo, pero les pedi si podian cantar mientras caminabamos por aquellos parajes nuevos para mi. Los dieciseis se pusieron a cantar el himno de Mali. Cerrando el grupo y portando a Kova me sentia un pequeño Livingstone afortunado de tener esos alegres porteadores, que marchaban alegres por la montanha como si fuera su casa..
La mayoria de ellos iban descalzos y tan solo se paraban a esperar al blanco que se detenia a descansar cada poco. El cuadro de Kova se me clavaba en el hombro y los pedales me golpeaban en las piernas.
Desde la cima de la montaña se divisaba 400 metros mas abajo Borko, donde se pueden ver cocodrilos.
Al empezar el descenso nos cruzamos con unos hombres que vienen a la montaña a extraer piedras de las rocas a base de martillazos. Uno de ellos al verme y casi sin mediar palabra me quito la bici y se la colgo al hombro. Bajo con ella asi hasta Borko sin parar. El descenso requeria utilizar las manos en algunas partes y aun no imagino como lo hubiera hecho yo sin su ayuda. Nunca olvidare la imagen de ver a Kova clavada en el cuerpo de ese hombre desconocido que bajo delante de mi en chancletas. Mientras bajaba pensaba en los chicos que tenian libre solo una mano para apoyarse en las rocas. Con la otra sujetaban mis bultos. Pequeños de siete años que habian salido de la escuela para ayudar al blanco en apuros.
Tras llegar a Borko y beber un poco de agua, los 16 valientes de Tim Tam emprendieron el camino de la montaña. Era mediodia, el pero momento del dia para caminar…La roca, expuesta todo el dia al sol, debia quemar sus pies descalzos.
Nunca olvidare a los 16 hombres de Tim Tam que me enseñaron una vez mas cuantos privilegios tenemos injustamente merecidos.
Estos episodios de fraternidad son los que nos reconcilian con la vida y con los hombres.