América
Cuando el río suena oro lleva
Un viento favorable me impulsa para salir de Tok. Aunque no me sopla en la espalda sino en el corazón. La visita, inesperada y carnívora, de mis nuevos amigos españoles que conocí en Fairbanks me da la energía de la que mis piernas adolecen para mover a Karma. Se han metido más de 600 kilómetros entre pecho y espalda para hacerme dos impresionantes barbacoas. No pueden ser mejor gente. Gracias amigos.
De reencuentros entre viajeros, con sus silencios y corcheas
Y al noveno día apareció Fairbanks (parte 2 de 2)
El primer y mustio árbol surgió nada más bajar el paso de Atingun. Más parecía un poste de la luz que un árbol; no tenía ni ramas. Pero pronto surgieron cuatro más, y veinte, y de repente un bosque. Y la amenaza de lo osos grizzley se convirtió en la de los osos negros, que son los que suben a los árboles. Me tomé más en serio lo de no comer cerca de la tienda antes de dormir y tratar de subir la comida a un árbol lejos de mi campamento. Era un poco más de trabajo del habitual. Empaquetar junta toda la comida y meterla en una bolsa hermética para no atraer a los osos, cuyo fino olfato percibe la comida desde bien lejos.
Más al norte solo está el sur (parte 1 de 2)
Recobrando el latido
Las montañas, aún nevadas, recuerdan con su imponente presencia, visibles desde cualquier calle de Anchorage, que el verano solamente ha iniciado su andadura en estas gélidas latitudes. Yo comenzaré la mía mañana. Si hay sitio en el avión de Alaska Airlines llegaré a Dead Horse llegaré a las 4,30 pm, y tras prepararme algo de comida y poner a Karma en orden saltaré al ruedo polar Ártico. Posiblemente esos diez días (nueve con suerte) hasta Fairbanks, cargado de comida y de moral a tope, sean los más duros que deba afrontar este año. Por aquí pasó hace exactamente 365 días mi amigo Salva y los detalles de su lucha en su web no son alentadores. “Salgo del aeropuerto montado en la bici a las 6 de la tarde del 2 de junio. Fuera me reciben dos grados bajo cero y un viento de ballenas que hiela todo a su paso. Me abrigo, saco la espada y a duras penas me abro camino en la batalla. Aquí no se queja nadie, estoy en plena costa del Ártico y no esperaba cocoteros, ni sol como bienvenida” Web de Salva
Si es de día esto es Alaska
Esta es la crónica de un accidentado viaje rumbo a Alaska. Una pequeña historia que comenzó en Hilo (Hawai) a las 5 de la madrugada con mis ojos haciendo competencia al sol para alumbrar el día. Mi amigo Bryan de couchsurfing y su hijo Ashton de cinco añitos me ayudaron a llevar la pesada caja de cartón en la que Karma viajaría hasta Alaska. Como si fuera ET, con sus enormes ojos azules abiertos a la mañana, Ashton ni se movía en el manillar de la bici. Su padre Bryan, con un equilibrio digno de galardón en el festival de circo en Montecarlo, sostenía la caja en una mano mientras conducía la bici con la otra. Durante unos kilómetros le di el relevo, llevando yo la caja, y llegamos al aeropuerto. Me despedí de esta especial pareja que me ayudaron enormemente durante mis sucesivas idas y venidas a Hilo. Ashton tenía los ojos húmedos al irse.
Más brillante que Mapuana… Mauna Kea
La magia del Hula
Se llama Raúl, sonríe, y me da la bienvenida
La página web del Departamento de Exteriores de USA mete el miedo en el cuerpo a todo aquél que pretenda poner los pies en Casa Obama. Ya no basta con tener un pasaporte electrónico. Además, si se entra por el espacio aéreo, hay que enseñar un billete de salida del país. Mi amiga Ebba en Auckland me ayudó a conseguir uno gracias, no a una compañía aérea, sino a un programa de ordenador llamado PDF (Porque debes falsificar). Ni la compañía aérea, Qantas, que me ha traído hasta Hawaii (¡¡gratis para Karma!!), ni el policía norteamericano que me escaneó los cuatro dedos de cada mano me pidieron el billete de salida. Ni tampoco me pidieron justificar que tengo recursos económicos suficientes para recorrer USA.